saga of a desperate southern gentleman

sábado, noviembre 21, 2009

George Sprott


“Uno es su niñez, su familia, unos cuantos amigos, algunos amores, bastantes fastidios. Uno es una suma mermada por infinitas restas”. Sergio Pitol

Seth ha cerrado el círculo que empezó a trazar Chris Ware a principios de los noventa. El cómic nació en la prensa estadounidense a principios del siglo XX. El canadiense y el estadounidense han devuelto el cómic a su medio natural, han jugado con las normas que trazaron el camino del noveno arte, las han subvertido y han repartido las cartas para comenzar de nuevo la partida. A partir de este George Sprott y de las Building Stories del autor de Acme Novelty Library, serializadas ambas obras en The New York Times Magazine, la historieta parte hacia un terreno desconocido que debe trazarse en los próximos años.

Seth aprendió los engranajes narrativos del cómic en su revista Palookaville, donde publicós sus dos primeras historias largas, La vida está bien si no te rindes (Ed. Sins entido, 2009) y Ventiladores Clyde 1 (Ed. Sins entido, 2005). El dibujante bebía de autores clásicos de los cuarenta y cincuenta de trazo claro y preciso. Seth siempre ha estado especialmente dotado para la cadencia armoniosa del paso del tiempo y un tempo narrativo sosegado. Compañero de otros dos nombres destacados de su generación, Chester Brown y Joe Matt, difirió de ellos en el estilo con que abordaba el género autobiográfico. Mientras Brown era especialmente realista e introspectivo y Matt apostaba por un tono mordaz e irónico, caricaturesco y directo, Seth optaba por el sosiego y la parsimonia, el trato tangencial de sus propias experiencias vitales.

En Wimbledon Green, inédita en nuestro país, Seth ya domina la narración, sabe dar a las imágenes la cadencia perfecta para el devenir de la historia, conjuga perfectamente texto e imagen. Seguro, decide dar un salto más en su obra, toma buena nota de la concepción global del libro por parte de Ware, y empieza a jugar con el formato, el diseño, las tipografías y la página como unidad narrativa. Otro de los grandes nombres del tebeo estadounidense, Daniel Clowes, ha empezado a jugar por esas fechas con formatos y puntos de vista. El resultado, el excelente Ice Haven, emparentado también con Wimbledon Green, por jugar con las tiras diarias y los distintos formatos a la Ware. No obstante, la vida de Green, un misterioso coleccionista de tebeos, al que Seth reconstruye a partir de recuerdos y retales de enemigos, allegados y otros seres próximos al mundo del fetichismo tebeil, es un ejercicio de calentamiento de lo que será su última obra, este excelente George Sprott.

En George Sprott, Seth sigue con la biografía imaginaria, esta vez de un viejo presentador de televisión, para jugar con viñetas y tiempos. La vida de Sprott fue publicada por entregas en el magazine de The New York Times y, como tal, la narración avanza en mosaico, jugando con los saltos en el tiempo, alternando una narración más o menos lineal de las últimas horas en la vida de Sprott con entrevistas a conocidos o allegados con un tono documental, construcciones en maqueta de los espacios que ocuparon la vida del protagonista, paisajes reflexivos y recuerdos en sepia. Si en sus primeras obras, las vidas ajenas le servían de pantalla para hablar de sí mismo, con Green y con Sprott, Seth se sirve de las biografías de sus dos creaciones para hablar de la vida. ¿Qué momentos marcan el devenir de un hombre? ¿Qué elecciones debe tomar a lo largo de sus años? ¿Cuándo empieza la decadencia? ¿Qué es la muerte y qué se siente? Sin duda, Seth no pretende responder a esas preguntas, pero si que impele al lector a formulárselas.

Compuesto a base de retales narrativos que van del documental a la entrevista, la lectura de este George Sprott resulta revelador en su conjunto. Las partes que componen la obra dibujan un fresco sobre la condición humana a partir de la anecdótica vida de este curioso personaje. Seth aprovecha está composición parcheada para jugar con la composición de página y los estilos y que el libro sea no sólo el continente del discurso sino el contenido. Pero el canadiense también ha evolucionado en el arte de contar las historias. Su nivel de sugerencia roza la perfección en este libro, sobre todo en esos recuerdos que detienen el relato. Son momentos de apariencia intrascendente en la vida del protagonista que dotan al relato de una melancolía reflexiva. Ahí donde Ware no deja ni un espacio a la esperanza, Seth sugiere e invita a la interpretación del lector. Vale la pena gozar con la vida del orondo Sprott.

Rosalie Blum


¿Qué simpatía puede uno sentir por un pobre diablo que se asoma peligrosamente al abismo del fracaso, recién cumplidos los 30 años? Vincent, el protagonista de Rosalie Blum, es un pacato peluquero de un villorrio de provincias francés que malgasta su vida entre visitas a su dominante madre, horas de televisión y charlas intrascendentes con su primo y único amigo, Laurent. Para ahondar en su desgracia, su novia lo ha dejado por una vida menos monótona en París, donde abundan musculosos pretendientes que atormentan su maltrecha imaginación. ¿Vale la pena adentrarse en la vida del soso Vincent? Pues vale la pena, gracias al buen trabajo de Camille Jourdy, autora dotada de una sofisticada aptitud para aprehender la intrascendencia cotidiana y plasmarla de forma armoniosa -y con un fino sentido del humor- en viñetas.

Jourdy nos invita, en este primer álbum de una trilogía, a seguir a Vincent en su obsesivo y vouyerístico seguimiento de la misteriosa, y no menos anodina, Rosalie Blum, que da título a la serie. La gracia del relato reside en la capacidad de la autora para dirigirlo, con gran dominio del ritmo, hacia un sorpresivo final que nos dejará con ganas de más. ¿Qué descubrimos durante las cien páginas del relato? Si nos ceñimos a la acción pura, no se nos revelará nada que no sepan ya con lo que han leído hasta el momento. O sea, nada. Sin embargo, Jourdy nos deleita profundizando en el perfil psicológico de sus personajes. El mirón de Vincent, con sus patéticos disfraces y sus ridículos sueños; la madre castradora y su vida ideal, representada una y otra vez en un improvisado guiñol en la cocina de su casa; la - a ojos del protagonista- misteriosa (para los lectores, más bien freak y aburrida) Rosalie y sus basuras, igual de turbadoras que ella; o el fiel amigo, ingenuo en su incapacidad para ver y trascender una vida de provincias basada en engañar su desdicha vital con féminas de nulo empaque.

Para redondearlo, Jourdy se emplea con maestría en los lápices y el color. Trazo que nos recordará a un Sfar comedido, o como otros bien han señalado, a un Loustal con reminiscencias, jeje. Pues eso, un cómic para leérselo y quedarse con ganas de más. Un acierto, esta novedad de La Cúpula.

jueves, noviembre 19, 2009

Mis discos del té (VI)


El disco del que voy a hablar hoy siempre me deja con mal sabor.The Mooney Suzuki podrían haber sido enormes. Sin embargo, su ambición los echó a perder. Una lástima porque durante un par de años fueron la ostia y el vinilo sobre el que versa esta nueva entrega teínica es lo más grande que ha dado el garage en años. Los Mooney Suzuki nacen en otoño de 1996 en Nueva York y toman su nombre de los dos primeros cantantes de Can: Malcolm Mooney y Damo Suzuki. Se caracterizan por el alto voltaje de sus guitarras desde sus primeros pasos por la escena indie neoyorquina. Alternan con Lee Renaldo, Moe Tucker, Les Savy Fab, The Muffs y Neko Case. Se foguean por distintos garutos y festivales de la ciudad y, tras una serie de singles y EP's, se meten en el estudio con Tim Kerr para parir la última obra maestra del garage: People Get Ready.


Delen al puto enlace porque esto es mandanga de la buena. Descompriman los archivos y pinchen "Singin' a song about today", suban el volumen, tiemblen con el bajo, delen al gañite con estos imberbes que no llegaban a los 23 años cuando grabaron ésto, vuelvan a subir el volumen, noten el tembleque garrulo de sus piernas, berreen ese "not tomorrow, not today, not tomorrow, not today, not tomorrow, not today, not tomorrow, not today, not tomorrow, not today" y pafff... ¡¡¡¡¡¡¡GARAGE!!!!!!! ¡¡¡Joder, si es que fueron los putos amos!!! Y es que el disco no decae ni un momento. Los chavales mezclaron con maestría la potencia de Detroit, el amateurismo Stax y la estética mod para tener, por un breve espacio de tiempo, a la escena musical a sus pies. En su momento, pasaron por Barcelona y dejaron huella en un Màgic al borde del delirio. Después de este disco y de su continuación, el más flojo Electric Sweat, les fichó una multinacional, suavizaron su sonido y se desvaneció ese sonido salvaje y engorilado. Qué les den.

sábado, noviembre 14, 2009

Música colgada

"...I'll admit in front that I have a special affinity for things that don't quite fit into any given demarcated category". Lester Bangs.

Una de las ventajas de lo que llamamos internet es que con esta herramienta cualquier artista o creador puede desprenderse de su obra, soltar lastre y que ésta adquiera vida propia. Cuánta libertad, el que una creación ya no dependa de su dueño y pueda decidir por sí misma adonde llega. Dispongan de una pluma o una guitarra con cuerdas, el caso es que las ondas incorpóreas, los bits, el lenguaje binario, el ente global, como quieran llamarlo, les otorga el privilegio de diseminar sus descabelladas ideas por el mundo. Varios ejemplos de músicos que propagan su mensaje por el ciberespacio en busca de sus musas, aunque musas no les falten.

El primer proyecto, Caballo, nace con hambre de experimentación eléctrica y efectos narcotizantes. Israel Marco inicia proyecto paralelo a Cuchillo para encontrar el camino que lleva del Krautrock al rock fronterizo de Ry Cooder. Excelente y sin palabras.

Javier Flores es el ejemplo vivo de la libertad que otorga el invento de las tres uves dobles. Temas de una seriedad extrema. Un artista como la copa de un pino. La fotografía que ilustra este post esta sacada de su myspace.

Y me río de Cat Power. Escuchen a Ida Gust cantando con una voz aterciopelada y tomen el primer avión a Suecia para dar con ella y declararle gratitud eterna.

De vuelta paren en Suiza y busquen a Vargas, no el guitarrista de blues, sino los de Tarragona, disco que ha editado con nocturnidad y alevosía American Typewriter.


miércoles, noviembre 11, 2009

Mis discos del té (V)


Érase una vez que te era, un vikingo fuera de la pradera. Ni surcaba mares ni saqueaba aldeas. Alternaba con los transeúntes que con él se cruzaban por la Sexta Avenida. Y el vikingo vestía a la vieja usanza, luciendo trenzas, barba, lanza y cornamenta. No había llegado a la Gran Manzana desde Suecia, sino más bien de un rincón perdido de Kansas, Marysville. Podría ser un lunático cualquiera, uno de esos estrafalarios simpáticos que pueblan una esquina cualquiera. Sin embargo, el personaje, bautizado Moondog, se codeaba con compositores como Leonard Bernstein, músicos como Charlie Parker y otros beatnicks que surcaban Nueva York en los cincuenta. Todos le respetaban e incluso buscaban su compañía. Ciego a causa de una fortuita explosión de una carga de dinamita en su adolescencia, Louis Thomas Hardin (1916-1999) compuso, desde 1949, música como para grabar más de una treintena de álbumes. En plena adolescencia, Moondog decidió dedicarse por completo a la música con dos conceptos básicos en su horizonte sonoro y compositivo: el contrapunto y los ritmos de los indios del noroeste de los Estados Unidos.

Partiendo de estos dos elementos, y añadiendo a la receta bastantes gotas de misticismo esotérico y germánico –sus raíces eran de allí y en Alemania pasó los últimos años de su vida-, Moondog dio vida a más de mil quinientas composiciones en las que hay absolutamente de todo: temas de orientación jazz, músicas concebidas para sonar en plena calle o para hacerlo interpretadas por orquestas cercanas a lo exigido para las composiciones llamadas clásicas, minimalismo, pero todo formando parte de una obra nacida para transgredir lo transgresor.



Con Moondog, editado por Prestige en 1956, pueden hacerse una idea de su música y sorberlo con un buen té de roca. Mr. Scruff rompió las pistas de baile con una de sus tonadas. También han rendido tributo al extravagante músico, Big Brother & the Holding Company y Kronos Quartet, entre otros.

viernes, noviembre 06, 2009

Mis discos del té (IV)


“Vosotros sois la música, nosotros somos sólo la banda” repetían, a principios de los setenta Träd, gräs och stenar, para animar a su público a sumarse al innovador sonido progresivo sueco. Su eslogan era simple y directo, cercano al punk: “Spela Själv” –tócalo tú mismo-. Para auto organizarse dieron forma en 1970 al Gardesfesterna, un festival al aire libre que fue la presentación en sociedad de la música progresiva sueca. Como sus miembros admiten, en su estilo fue determinante la visita de Terry Riley a Estocolmo en 1967, la raga india, la música folklórica sueca, el jazz experimental y los sonidos psicodélicos de bandas como Holy Modal Rounders.
Se curtieron en actuaciones en el Moderna Museet (Museo de Arte Moderno) y, con el compás del peculiar experimento social del movimiento radical sueco durante ese período, Träd, gräs och Stenar formaron parte del seminal movimiento underground del país escandinavo. De 1967 a 1969 cambiaron de formación y nombre: primero, Pärson Sound; Internacional Harvester y Harvester a secas, poco después. Pasaron del minimalismo más innovador al progresismo de corte más rock en este breve lapso. Siempre fueron pioneros y, en el buen sentido de la palabra, populares. “Música de la gente” era lo que tocaban. En sus conciertos animaban a los espectadores, normalmente no muy numerosos, a sumarse y a tocar con ellos en directo. En 1972, antes del estallido de la burbuja progresista, los suecos decidieron separarse. Sin embargo, volvieron a reunirse a finales de los 70 y varias veces más en los ochenta, para regresar bien engrasados en los noventa, con padrinos como Stephen Malkmus de Pavement.


Es justo ahora, en su vejez, cuando gozan de mayor reconocimiento por sus colegas. Su último disco es este Homeless Cats (Hemlösa katter), alucinante compilación de improvisaciones sonoras que apabullan por la pasmosa sencillez de sus desarrollos. De títulos descriptivos como el que abre el disco, “The railway engine of the people in irresistible motion”, los temas parten de una simple rueda, más o menos distorsionada, para erigirse en montañas de distorsión y ritmos que invitan al galope más trotón de otros ilustres como Neil Young o Sonic Youth. No disponen de los medios de éstos, pero con pocos recursos son capaces de arrastrar al oyente a los mejores tiempos de la progresía y el cuelgue psicodélico más oscuro y alejado del mainstream.

miércoles, noviembre 04, 2009

Mis discos del té (III)


En la anterior entrega de mis discos del té, algunos de ustedes notaron que el enlace al disco les remitía directamente a su escucha a través de Spotify. Siempre que sea posible, enlazaré mis recomendaciones al programa para contribuir a la escucha musical dentro de la legalidad. Si los artistas que recomiendo pueden beneficiarse de ello en mayor o menor medida, me doy por satisfecho. No obstante, otras veces no quedará más remedio que enlazarlo con métodos más polémicos. Que quede claro que es por el bien común. Hay ciertos discos que no merecen caer en el olvido. Dicho esto, presentaré esta tercera entrega de escucha teínica.

Los Flamin Groovies se han ganado un hueco en el olimpo musical a base de rasgueos guarretes de guitarra, rugosas versiones de blues y rock de los 50 e inventar el power-rock a principios de los setenta. Roy Loney y Cyril Jordan lideraron a los Groovies desde mediados de los sesenta. Aunque salían de San Francisco, jamás hermanaron musicalmente con la escena hippie que pivotaba alrededor del Fillmore y el Avalon. Lo suyo era el rock’n’roll más clásico mezclado con los sonidos ennegrecidos de la british invasion. En 1969, durante una visita a Detroit, comparten escenario con MC5 y los Stooges. Loney queda impresionado con la potencia de la escena y decide soltar lastre, marginar los sonidos más suaves y lanzarse a sonidos más crudos. El resultado es Flamingo. Sin embargo, no es de este disco del que quiero hablarles, sino del siguiente: Teenage Head (1971). Trabajo que debemos considerar obra cumbre del combo y que supone la despedida de Loney de la banda.


Teenage Head es un disco de rock, contemporáneo al Sticky Fingers de los Rolling Stones, y hermanado con éste en aspiración y sonido. En ciertos aspectos, podemos considerar mejor el vinilo de los Groovies que el de sus satánicas majestades, por desparpajo, guitarras afiladas, ritmo, actitud y unos cuantos temas de antología. Desde el que da título al disco a la gloriosa versión del Have you seen my baby? de Randy Newman, pasando por un High Flyin’ Baby de rompe y rasga, más una colección de versiones ideales para una tarde de té con cerveza. La edición que enlazo es una reedición del 99 con siete bonus tracks memorables.

domingo, noviembre 01, 2009

Mis discos del té (II)


Para esta segunda entrega de discos domésticos me entregaré a una de las grandes damas de la música de principios de siglo XX, la mejor thereminista de la historia, la gran artista lituana Clara Reisenberg, a.k.a. Clara Rockmore. Con sólo tres años de edad conmocionó a los responsables del Conservatorio Imperial de Música de San Petersburgo cuando tocó el piano y demostró una capacidad inusitada para coger los tonos con facilidad. Leopold Auer (1845-1930), renombrado y virtuoso violinista, según muchos el mejor del siglo XIX, la aceptó como alumna no oficial. A los cinco años entró oficialmente al conservatorio con la calificación más alta. La revolución popular llevó al exilio a la familia Reisenberg, que exhibiría a su joven prodigio por Polonia, Lituania, Alemania y Francia, antes de instalarse, en 1921, en Nueva York. A finales de 1928, la vida dio un nuevo vuelco para Clara. Lev Sergeyivch Termen presentaba en el hotel Plaza un instrumento musical mágico que se tocaba sin necesidad de ser tocado físicamente: el theremin. Clara quedó prendada del instrumento, lo probó, y fue su inventor quien encontró a la intérprete perfecta para su mágica invención. Una posterior lesión, alejó a Clara del violín y pudo desarrollar sus aptitudes musicales con el aparato de Termen. Había nacido una leyenda: Clara Rockmore. La joven prodigio llenó los más exclusivos escenarios estadounidenses y llevó la pasión por el theremin a Hollywood de la mano de Miklós Rozsa, quien creó un complejo solo para el film de Hitchcock, Recuerda (1945). Sin embargo, Rockmore rechazó las ofertas que le llegaron del mundo del cine y se mantuvo en el circuito más clásico.


Treinta años después, en 1976, Robert Moog convenció a la diva para que realizara una serie de grabaciones del repertorio clásico que había estado interpretando durante más de 40 años con el theremin, acompañada de su hermana Nadia al piano. The Art Of The Theremin, incluye piezas de Tchaikovsky, Ravel, Rachmaninoff, Stravinsky, Achron o Manuel de Falla entre otros, y merece algo más que una escucha atenta. Paralelamente a esa grabación sonora, se realizó otra en video en la que Clara Rockmore mostraba su técnica con el theremin a lo largo de 58 minutos. El vídeo titulado Clara Rockmore. The Greatest Theremin Virtuosa, se puede encontrar troceado en Youtube. El disco lo encontrarán en Spotify. No lo saboreen con cualquier té de bolsita. Rockmore se merece un buen Silver Tips de Sri Lanka.