saga of a desperate southern gentleman

sábado, noviembre 21, 2009

Rosalie Blum


¿Qué simpatía puede uno sentir por un pobre diablo que se asoma peligrosamente al abismo del fracaso, recién cumplidos los 30 años? Vincent, el protagonista de Rosalie Blum, es un pacato peluquero de un villorrio de provincias francés que malgasta su vida entre visitas a su dominante madre, horas de televisión y charlas intrascendentes con su primo y único amigo, Laurent. Para ahondar en su desgracia, su novia lo ha dejado por una vida menos monótona en París, donde abundan musculosos pretendientes que atormentan su maltrecha imaginación. ¿Vale la pena adentrarse en la vida del soso Vincent? Pues vale la pena, gracias al buen trabajo de Camille Jourdy, autora dotada de una sofisticada aptitud para aprehender la intrascendencia cotidiana y plasmarla de forma armoniosa -y con un fino sentido del humor- en viñetas.

Jourdy nos invita, en este primer álbum de una trilogía, a seguir a Vincent en su obsesivo y vouyerístico seguimiento de la misteriosa, y no menos anodina, Rosalie Blum, que da título a la serie. La gracia del relato reside en la capacidad de la autora para dirigirlo, con gran dominio del ritmo, hacia un sorpresivo final que nos dejará con ganas de más. ¿Qué descubrimos durante las cien páginas del relato? Si nos ceñimos a la acción pura, no se nos revelará nada que no sepan ya con lo que han leído hasta el momento. O sea, nada. Sin embargo, Jourdy nos deleita profundizando en el perfil psicológico de sus personajes. El mirón de Vincent, con sus patéticos disfraces y sus ridículos sueños; la madre castradora y su vida ideal, representada una y otra vez en un improvisado guiñol en la cocina de su casa; la - a ojos del protagonista- misteriosa (para los lectores, más bien freak y aburrida) Rosalie y sus basuras, igual de turbadoras que ella; o el fiel amigo, ingenuo en su incapacidad para ver y trascender una vida de provincias basada en engañar su desdicha vital con féminas de nulo empaque.

Para redondearlo, Jourdy se emplea con maestría en los lápices y el color. Trazo que nos recordará a un Sfar comedido, o como otros bien han señalado, a un Loustal con reminiscencias, jeje. Pues eso, un cómic para leérselo y quedarse con ganas de más. Un acierto, esta novedad de La Cúpula.