La Carretera
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McCarthy recurre a una prosa mínima. Breves párrafos que nos van emplazando en la acción. Leves pinceladas que ayudan a situarnos y a intuir lo qué ha sucedido (lo inevitable, hemos acabado destruyendo el planeta y con él, a nosotros mismos). Diálogos reducidos a lo esencial y, no obstante, enormemente ilustrativos. Una novela que se intuye en versión original sacaría mayor jugo a la escritura parca y desnuda que emplea el autor. Un texto que describe perfectamente este mundo en extinción, en el que las palabras ya no sirven para nombrar las cosas; ya no existen.
Recorreremos junto al padre y al hijo, de los que nunca sabremos sus nombres. Aunque poco importa ante el futuro que les espera...una tierra desolada. Cargados con un carro de supermercado en el que acarrean todas sus pertenencias, restos de comida en lata, viejas mantas, algunas herramientas y una pistola con dos balas, nos adentraremos en la condición humana en esencia y estado puro, donde la supervivencia se torna hacia elementos esenciales: refugio, agua, comida, fuego, y orientación para sobre todo, sobre-vivir. Magistralmente, McCarthy nos va rebelando las motivaciones de los protagonistas, la cobardía del padre por no poder acabar con esta pesadilla, después de haber vivido en el mundo anterior a la catástrofe. Esto contrasta con la capacidad de adaptación y las ganas de vivir del niño, pese a no haber conocido más allá que este páramo estéril y vacío de vida.
Breves párrafos poéticos nos irán dando pistas sobre lo que ha sucedido y sobre el entorno del que provienen los protagonistas. En los diálogos, magistrales, McCarthy contrapone la inocencia del niño al escepticismo del padre respecto a la humanidad y a la supervivencia.
Un futuro en el que, como seres humanos, aún nos resistimos a vivir obviando nuestra enorme capacidad destructora. Aparece el fuego, como elemento redentor, que nos permite mantener unos ideales para evitar que el ser humano cave su propia tumba. Al fin y al cabo, el fuego fue quién nos bajó de los árboles, nos permitió cierta comodidad en nuestro nomadismo y nos separó definitivamente del destino evolutivo de nuestros parientes primates. Un final inquietante, en el que la capacidad para sugerir del autor nos deja aterridos ante el destino, fatalmente creíble, que nos describe en “La Carretera”. Merecidamente, McCarthy ganó, a sus setenta y cuatro años, el premio Pullitzer con esta novela redonda. Contrapunto oscuro y realista a esa memez púber que es “En el Camino”. Un brillante poema épico escrito en prosa.
1 Comments:
hey, que le pasa al Octubre que esta tan olvidado?
aydios
.x
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