saga of a desperate southern gentleman

miércoles, mayo 07, 2008

Petrus Barbygere

Lewis Trondheim, Joann Sfar y Christophe Blain son los buques insignia de la generación de autores independientes surgidos al calor del colectivo L’Association a mediados de la década de los noventa. Autores que se han caracterizado por mezclar multitud de géneros y alterarlos, y por una frenética actividad productiva que los emparenta con los autores nipones del manga. A lo largo de dos décadas su producción ha sido más vasta que la de autores que llevan toda una vida dibujando. Son hoy ya autores consagrados, pero que mantienen el espíritu joven y subversivo típico de los fanzines. A ellos se han sumado otros nombres, no menos ilustres, como Manu Larcenet, David B., Emmanuel Guibert, Frederik Peeters, Marjane Satrapi, Badouin, Guy Delisle o Blutch.

Creadores, todos ellos, surgidos de la escena independiente todos ellos han renovado el mundo del cómic mundial en las dos últimas décadas. Beben tanto de los pioneros de la historieta, como de los clásicos y de los iconos del underground. Sienten especial predilección por la literatura juvenil clásica. Por suerte, las editoriales españolas han apostado fuerte por ellos y son muchos los títulos ya publicados en nuestro país. Pero una producción ingente como la de estos señores siempre depara nuevas sorpresas.

Petrus Barbygere, con guión de Pierre Dubois y dibujos de Sfar, es una de esas obras. Puede parecer, en principio, un divertimento, perfectamente ejecutado, con el que los autores se foguean entre obras de mayor supuesto artístico, no obstante no es una obra personal de Sfarr como lo pueden parecer Pascin o Klezmer. Aunque lo cierto es, que con Sfar la barrera entre lo más personal y las obras más genéricas se difumina bastante.

Antes de entrar en la historia, hay un momento que ilustra perfectamente esa perversión de géneros que subyace en todas las obras de Sfar. Esa barrera invisible entre la intrascendencia bien ejecutada y la reflexión que le caracteriza. “Las palabras son las estrellas de las cosas (…). Temo que llegue el día en que los dirigentes del asfalto les corten las alas para poder introducirles dentro de máquinas sin sueños”, sentencia el protagonista, dándoles sus autores una doble lectura a esta obra para niños ya crecidos. Un alegato a favor de la literatura romántica y de aventuras, tanto de ficción como generadora de realidad, una soflama en contra de la inútil división entre mythos y pathos. Entroncan así, sin quererlo, con el gran bardo Alan Moore, quien jugó con los mismos elementos en sus series para la editorial American Best Comics, para conjurar un mismo discurso. La apología de la imaginación. El poder de la palabra, donde empieza la realidad y acaba la literatura. Moore lo dejó bien claro en Promethea y La Liga de los Caballeros Extraordinarios. Sfar y Dubois hacen lo propio en Petrus Barbygere.

¿La historia? Pues Petrus es un elficólogo, un naturalista en un mundo de magia, pero también es un vividor, un aventurero y un hombre de honor. Vive en su castillo con sus tres hijas, todas ellas medio elfo, medio humanas. A pedirle ayuda acude un elfo azulado, que resulta ser un fión, a quien persiguen un grupo de piratas que quieren dominar el mundo de la magia. A partir de allí, nuestro héroe se embarca en una aventura llena de ironía y humor. Las referencias a novelas desde Stevenson, a Poe, Lovecraft, Tolkien, Shakespeare e, incluso, a las películas de la Hammer se suceden constantemente. Petrus se aliará con el Holandés Errante y el chef Gerine y, juntos, lucharán contra criaturas mágicas descomunales. Desde el Kraken, que durante siglos atemorizó a marineros de todo el mundo, hasta Dagón, monstruo lovecraftiano. También encontramos numerosas referencias desde El Fantasma de la Ópera a Frankeinstein, en este divertidísimo título dirigido a niños ya crecidos en años. Prima el humor y guiños a otras series del autor como Profesor Bell o al personaje de Tardi, la investigadora Adele Blanc-Sec.

Finalmente, destacar el especial esmero de Sfar con los lápices, abandonando ese estilo más cercano al boceto y recreándose en un color acuarelado muy efectivo. No pierdan de vista esos terroríficos rojos encarnados en las cuatro páginas dedicadas al malísimo Capitán Scarlett.