saga of a desperate southern gentleman

miércoles, mayo 07, 2008

Ángeles Rebeldes


“La civilización se apoya en dos pilares:
el descubrimiento de que la fermentación produce alcohol
y la adquisición de la capacidad de inhibir la deyección”
Robertson Davies,
Ángeles Rebeldes


Hay momentos que quedan grabados a fuego en la mente de un lector. Sin duda, la lectura de la trilogía de Deptford, del canadiense Robertson Davies, formada por El quinto en discordia (premi llibreter 2006), Mantícora y El mundo de los prodigios, y publicada con gran acierto y tino por la editorial Libros del Asteroide, es uno de esos instantes en que uno desea quedarse ahí, congelado eternamente, en una lectura interminable de las novelas y entrar a vivir en el mundo inventado por este maestro de las letras del siglo XX. Davies engarza tramas con una facilidad pasmosa y te lleva del mundo del ilusionismo a la Primera Gran Guerra, para saltar a la psicología junguiana, la hagiografía, y radiografiar luego las bambalinas del mundo del cine bergmanniano. Todo ello aderezado con crímenes, diálogos centelleantes y sumamente estimulantes, sarcasmo a raudales, una capacidad para recrear situaciones endiablada y un ritmo pasmoso que petrifica al lector, lo deja embelesado y absorbido, para llevarlo de la mano a un mundo de maravillas que esperaban ser fabuladas en todo su esplendor.

Davies es el autor de best sellers que se merece un mundo justo y no ese puñado de catedrales y pilares y códigos disparatados que apagan cualquier chispa de inteligencia y aburren soberanamente a cualquier mente mínimamente inquieta. Lo sea o no, no depende de esta modesta reseña, centrada en celebrar la publicación del primer volumen de la nueva trilogía del canadiense que nos regala Libros del Asteroide –de nuevo, debo darles las gracias-. Ángeles rebeldes, primer volumen de la trilogía de Cornish.

Davies abandona el mundo en decadencia, mágico y violento de Deptford, por la vida académica de la Universidad. No abandonará, sin embargo, su agudeza, ironía y verbigracia que le caracteriza. Hay que estar preparado, pues, para un nuevo carrusel de temas y tramas, escritas con la elegancia del maestro. Aprovecho en este punto para felicitar la excelente labor de la traductora Concha Cardeñoso, que habrá sufrido lo suyo, pero mucho me temo, habrá disfrutado con creces del reto de traspasar la prosa de Davies al castellano.

Estamos a mediados de la década de los setenta en Canadá; un nuevo curso comienza en la Universidad de San Juan y el Espíritu Santo, conocida como La Entelequia. Sin embargo, la vida del campus se ve alterada por dos sucesos. El retorno del malvado, genial y sodomita hijo pródigo John Parlabane; y el deceso de Francis Cornish, miembro de la comunidad académica y gran coleccionista de arte, que ha dejado un importante legado a La Entelequia. Los albaceas que deben administrarlo son tres profesores: Clement Hollier, atractivo y ensimismado investigador de entelequias culturales; Simon Darcourt, simpático sacerdote, profesor de griego neotestamentario; y el sátiro y viperino Urquhart McVarish, especialista en Renacimiento, siempre dispuesto a glosar las glorias de sus antepasados y a vilipendiar a sus compañeros. En el centro de este peculiar triángulo se halla María Magdalena Theotoky, hermosa doctoranda, cuya tesis doctoral versa sobre Rabelais y a quién su director de tesis, Hollier, ha prometido un enigmático manuscrito que encumbrará su carrera académica.

Sin embargo, este nudo gordiano no esconde el único intríngulis de la historia. Davies usará los pocos escrúpulos de los profesores que pueblan La Entelequia para adentrarse en un mundo rico plagado de flirteos amorosos, despiadadas perversiones, egoístas deseos, tradiciones romaníes, secretos luthiers, alquimias antiguas y otras modernas más prosaicas, regadas con las protestas estudiantiles fallidas de la época, víctimas de la afilada pluma de Robertson Davies. No faltará, tampoco, un asesinato que tanto gustan al canadiense, resuelto en un estilo cercano al espíritu de La huella de Joseph L. Mankiewicz, en una novela magnífica.

Leer a Davies es más que un placer, es deleitarse con la literatura en mayúsculas. No descubrir al canadiense es como negarse el cine de Alfred Hitchcock y Orson Welles, ambos muy presentes en la prosa davisiana, un castigo innecesario. Eterna gratitud a Libros del Asteroide por sacar del anonimato en nuestro país a este enorme novelista.