saga of a desperate southern gentleman

miércoles, mayo 07, 2008

Crónicas Berlinesas


Toda ciudad necesita su literatura. Y aún más importante, toda metrópolis aumenta su caché con un cronista que la humanice. Berlín podemos considerarla, no sólo por razones históricas, como la ciudad europea por excelencia. La vida cosmopolita, la sensación de estar perdiéndose algo, se respira desde los mercados dominicales de Prenzlauerberg hasta los aires ácratas de Kreuzberg. Ni en el caos londinense, ni entre el chic parisino, ni mucho menos en el escaparate temático barcelonés, tiene uno la sensación de estar en una verdadera metrópoli con una vida transversal y subterránea, invisible para el no iniciado, como en Berlín. Otros escritores han descrito con acierto la convulsión de la capital alemana a principios de siglo (sin ir más lejos, Alfred Döblin y su Alexander Platz y la posterior adaptación televisiva a cargo de Rainer Werner Fassbinder), pero las Crónicas Berlinesas de Joseph Roth son un ejemplo de retrato capaz de captar ejemplarmente la convulsión de una ciudad como ente en perpetua mutación. Editorial Minúscula recopila artículos del escritor de origen austriaco para distintos rotativos durante los años veinte y principios de los treinta, hasta que tuvo que exiliarse, tras el triunfo en las urnas del nazismo.

La relación entre literatura y periodismo ha ido íntimamente unida desde los inicios de la prensa. Su relación simbiótica se inició a mediados del siglo diecinueve con la publicación de folletines o novelas por entregas. A lo largo del pasado siglo muchos de los grandes nombres de la literatura, sobre todo anglosajona, han cultivado el periodismo con acierto. La permeabilidad entre un mundo y otro ha aportado innovación, riesgo y nuevos caminos a ambos mundos. Escritores criados en el periodismo han abierto nuevos caminos, y periodistas curtidos en mil noticias han aportado su método de trabajo para dotar de realidad a la novela actual. Este libro es un excelente ejemplo de esta relación simbiótica entre periodismo y literatura.

Un conjunto de crónicas agrupadas de forma sui generis temáticamente y en la que se cuela la vida por doquier entre líneas. El periodismo de Roth es especialmente evocativo en sus imágenes y poético en sus escenas. Cualquier acto intrascendente cobra especial relevancia vital durante la lectura. Un buen observador de pluma afilada se convierte en un magnífico cirujano capaz de adentrarse en la convulsión de la sociedad de principios de siglo con precisión, siendo capaz de encontrar el grano en un mar de paja con una facilidad pasmosa.

Como en toda recopilación de artículos, los altibajos son inevitables, pero el nivel general de la selección roza la excelencia. Empieza el libro con un texto, Paseo, de evocación sublime. Roth convierte un vagabundeo callejero en retrato social de altura. Una reflexión sobre la revolución maquinicista, la lógica industrial y el sometimiento del entorno natural al que pertenece el hombre. Pero Roth no desprecia las innovaciones tecnológicas, participa de la maravilla de sus conciudadanos con los rascacielos que asoman en el horizonte aunque tampoco duda en arremeter contra la conversión del ocio en una industria deshumanizada en búsqueda del beneficio. Temor compartido con los miembros de la Escuela de Frankfurt. “Es como si la fuerza bruta que en la actualidad crea y transforma la materia casi a partir de la nada se apoderara también de las facultades del alma y sacara provecho de la tendencia innata y de la necesidad de divertirse que tiene el ser humano”, vaticina ya en los felices años veinte el señor Roth.

Además de paisajes y transformaciones de la metrópoli, acude al rescate de los olvidados a través del ir y venir de la gran urbe, los caídos en la desgracia anónima de los callejones oscuros y los peligros de la ciudad. Los parias a los que dignifica en su pobreza. El propio escritor acabaría él mismo años después muriendo en la miseria más absoluta y totalmente alcoholizado –Roth recogió su relación con la bebida en la leyenda del Santo Bebedor (Anagrama, 1981)-, en un exilio impuesto por el nazismo.

Y es en los artículos escritos sobre la comunidad judía donde uno encuentra algunos de los párrafos más reveladores. Cuando explicita su crítica rotunda a las posturas más belicistas del sionismo parece que este hablando de la situación actual en Oriente Próximo. Roth aboga por el errar del pueblo judío a lo largo de toda su historia, reivindica el carácter supranacional de su pueblo como expresión de lo que serán las naciones en el futuro y reniega de los que intentan retomar “las formas más burdas de la nacionalidad: el Estado, las guerras, las conquistas, las derrotas”. Al fin y al cabo, como concluye desde su exilio parisino para denunciar la caverna nacionalsocialista, Roth recuerda una vez más que “los judíos han descubierto y pintado el paisaje de la ciudad y el paisaje anímico del ciudadano. Han desvelado toda la complejidad de la civilización urbana”. Un libro seminal para cualquier estudiante de periodismo y una lectura de sorbos cortos y aromas intensos. La edición a cargo de Minúscula, cuidada al detalle. Acompañan los artículos de Roth interesantes documentos gráficos del Berlín de la época. La traducción, impecable. Libro muy recomendable.