saga of a desperate southern gentleman

jueves, octubre 16, 2008

Arrugas



En la portada de Arrugas (Astiberri, 2008) vemos a unos abuelos emprender viaje en tren, metáfora del camino que nos espera al final de nuestras vidas. Pero esta obra de Paco Roca no sólo se centra en la vejez, que también, sino en algo mucho más penoso y lúgubre, el alzheimer, enfermedad temible en la que nos adentramos inexorablemente a una pérdida de identidad para dolor de los que rodean al enfermo y para angustia del propio afectado al ser consciente de la implacabilidad de su destino.

Roca ha evolucionado muchísimo desde aquella primera historia en la que se encargó del guión y del dibujo, en El juego lúgubre (La Cúpula, 2001), sobre un joven Dalí desbordando locura en Cadaqués. Lo demuestra sobradamente en Arrugas, publicada primeramente por la editorial francesa Delcourt y premiada este año en el “Saló Internacional del Còmic de Barcelona” con el premio al mejor guión y a la mejor obra de autor español.

El protagonista de nuestra historia es Emilio, un jubilado oficinista de banco que se ha convertido en una carga para sus hijos y que acaba en una residencia para la tercera edad. Entrará en contacto con un variopinto grupo de “aparcados” como él, con los que se verá compelido a compartir su enfermedad. Pero Roca adopta un discurso que huye del drama para adentrarse en la comedia con ternura, salpimentada con la realidad en las justas dosis para llevar el relato a un nivel de interés sublime. Anécdotas del día a día en la residencia como el bingo, las siestas eternas, las clases de gimnasia, las escapadas furtivas a lo campamento juvenil, y las estancias prohibidas, dan un tono acertadamente ligero para hacer digerible el relato sobre esta enfermedad. Son escenas apenas esbozadas, que denotan un excelente dominio del tempo narrativo “menos es más”.

Una apuesta por la discreción en la que destella sobre la enfermedad un bellísimo discurso sobre la amistad y el apoyo que es capaz de brindar el ser humano, aún en las situaciones más extremas. Es esa ligereza que transpira la narración, el arma que usa el autor para golpearnos duramente a los lectores y dejarnos desnudos y desarmados ante el desgarro que asola a Emilio, al entender que está condenado a diluirse y desaparecer dentro su propio cerebro.

Formalmente, Roca demuestra una madurez envidiable con un ejemplar manejo del encuadre y la elipsis, de la transición de los planos subjetivos a la realidad (sublime el paso del tren a la butaca de la residencia). Se tiene la sensación de que no falta ni sobra ninguna viñeta, y el uso del color, esos tonos otoñales y apagados, engrandece su pluma limpia y estilizada. En definitiva, una obra que merece mil recomendaciones. Astiberri, como siempre, se ha encargado de editar el libro de forma primorosa.