saga of a desperate southern gentleman

viernes, noviembre 09, 2007

Noche en Zeleste

Te enfrentas un buen día, uno como otro cualquiera, con la realidad, eso es, que ya tienes 31 años en el fardo y sólo te queda seguir sumando, llevarlos como buenamente se pueda (aunque bien de momento, gracias), y mirar adelante que echar la vista atrás comporta volverse un poco más bizco y una tortícolis de aúpa. Y eso de los cumpleaños o días o cualesquiera que sea el apelativo con que se nombre a tamaño acontecimiento particular (y a cada uno muy suyo, faltaría más) se acompaña a veces de amigos, parejas, familiares, llamadas continuas o que no lo son tanto, vermús, comidas copiosas, brindis y música, y a veces, como ayer, muy buena música... y en directo. Wilco, en Zeleste (perdón, Razzmatazz). Sala de recuerdos memorables, de grandes noches, a la que ya puedo sumarle (en una cuenta de rompe y rasga, de consagraciones definitivas o caídas en el olvido más cruel -recuerdo a Teenage Fanclub, en este último apartado y a bote pronto-), desde ayer y para la eternidad (una batalla de padre o abuelo o tío o las tres cosas a la vez), el portentoso directo de Jeff Tweedy y compañía. Venían a presentar su último disco, Sky Blue Sky, y el sexteto ofreció una magistral muestra de lo que es un grupo de rock totalmente engrasado y compacto encima de un escenario y con un buen equipo de sonido. Un peligro para el sistema, capaz de paralizar cualquier tipo de actividad mercantil durante el tiempo que dure. Algo hipnótico hasta en ciertos momentos para los más mezquinos que estén presentes. Me habían advertido por activa y por pasiva que lo de Wilco era canela en rama; había leído en diferentes medios especializados y cazalleros de sus encantos. Todo ello, alimenta cierto escepticismo, se crea un distanciamiento necesario para que las expectativas no sean estratosféricas y te lleves el batacazo, que la entrada está a precio de barril de Brent y no es plan de sentirse estafado. Era necesaria esta actitud altiva, fría, para que cuando me enfrentara a la realidad, quedara más desnudo que el emperador y disfrutara como un enano durante dos horas. ¿Sólo dos horas? Pero muy bien aprovechadas, muy bien. Sonido rocoso e impecable, unas guitarras muy clásicas y unos temas más que redondos. Ese juego a tres guitarras que tan pronto se arrimaba a Neil Young y Crazy Horse como a Thin Lizzy o a The Beatles o a Yo la Tengo es música celestial. Clásicos ahora, no hay que esperar veinte años para darse cuenta. Sólo verlos en directo y asientes feliz que sí, que lo que ven tus ojos y entra por tus tripas es rock and roll del bueno, del que será recordado. Lástima, por ponerle algún pero, que al grupo le falte un poco de actitud y chulería. Pero eso son minucias. El resto es historia.

1 Comments:

At 12:53 a. m., Anonymous Anónimo said...

el millor concert!va ser l'ostia!!

 

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