saga of a desperate southern gentleman

lunes, noviembre 12, 2007

Cuando los desacordes suenan, es que una necesidad de dinero y ego llevan

No toques, jodío, que me lías con el solo

Cuanta razón tenía D.A. Pennebaker al advertir ya en el 65 a Dylan que es mejor no mirar atrás. En que estaría pensando el sábado pasado en Lleida, antes de ir a ver en directo a Marc Ford, ex guitarrista de los Black Crowes, antaño una banda de rock de las de rompe y rasga. Ay, pero los Crowes ya hace años que dejaron de ser referencia y Marc Ford más valdría, el pobre, que se dedicara a tocar en algún oscuro garete de Los Ángeles y no nos obligara a enfrentarnos con nuestra mitomanía. Es lo malo de tener ídolos, porque son una ficción que nos acompaña por un tiempo de malformación de la personalidad. Son pequéñas muescas en las que asirnos mientras escalamos nuestra identidad en ciernes. Es una enfermedad de adolescencia que más vale curarla a tiempo para evitar un enquiste de consecuencias nefastas. Ejemplos de enquistes horribles: el sábado en primera fila en el concierto de este ex alcohólico. Orondos moteros con sus muñequeras y parches de Baron Rojo y Judas Priest, barrigudos cerveceros alopécicos y otros medio melenas (no por cortas sino porque empiezan en la coronilla) que siguen ahí con su brazo en alto o a la altura del bajo vientre tocando su sólo de guitarra una y otra vez. Y poniéndose a su altura, un guitarrista que fue, lo es, pero no sabe componer. Además, acompañado de tres chavales que creen que el rock empezó con Guns and Roses, y que a duras penas saben marcar el ritmo (bueno el batería no es que marque, es que parece sacado de la orquesta del pueblo con esa colección de redobles a destiempo y ese marcar marcial, machaconamente trepanador), éstos poco hacen por dar un poco de color al rock de cuarta de Marc Ford: Un Neil Young de saldo, música de telefilme rockero de Antena 3. Otro (pequeño) mito a la papelera (y con gusto y ganas) y un ruego: "Black Crowes no se reúnan, no vuelvan por necesidades económicas o de ego, que me dieron muchas alegrías de adolescente. Yo les tengo en buena estima en mis recuerdos, no se les ocurra removerlos o intentar que eche la vista atrás. Sería una provocación". Al fin y al cabo, somos todos gente adulta. ¿No creen? No estamos para pagarles sus terapias. También a nosotros nos cuesta llegar a fin de mes.

Anexo 1: el batería de pelo churros dorados (ya sea por el sol, mar o agua oxigenada), una mezcla de surfista salido de "Le llaman Bodhi" o de una secta "nueva olera espiritualista" ,no sólo combinaba sus contundentes pisadas descalzo, sino que parecía tratar de elevar su (poca) valía como batería, acompañando sus golpes con desagradables expresiones faciales que normalmente forman un todo con esa íntima actividad que es el ir de vientre....sólo que ni siquiera conseguía dar a luz tonos sutiles o algún que otro redoble a destempo sin que el pobre Marc (que bastante tenía con lo suyo) le marcara cual profesor a alumno "elegido", todavía en prueba, que sin embargo se atrevió a esperar a la decepcionada audencia a la salida del concierto para firmar autógrafos. Marc, ¿no encontraste nadie mejor o es que le debes dinero?

Anexo 2: El bajista paticorto con alzas e ínfulas de estrella consagrada del rock se merece nuestro más querido desprecio por parecerse al componente del dúo Cómplices, que cómplice también fue del desaguisado y de los intentos por poner en cintura al batería desmadrado. Como agravante, empero, él también firmó autógrafos... en guardarropía.

1 Comments:

At 3:34 p. m., Anonymous Anónimo said...

cabrón, així que estaves a Lleida

 

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