saga of a desperate southern gentleman

miércoles, noviembre 14, 2007

¿Disco del año?

A la espera del estreno del film de Todd Haynes sobre la figura de Dylan, I'm not there, podemos disfrutar de su excelente banda sonora (parte 1) que ya está disponible en la red. Stephen Malkmus, Calexico, Yo la Tengo o Sufjan Stevens, entre otros, versionean, con mucho respeto y resultados excelentes, el cancionero del más grande de los artistas rock. Ya hemos visto muchas veces a Cate Blanchett a lo Bringing it all Back Home. Ahora es el turno de la banda sonora (parte 2). Un doble disco redondo. Se escuche como se escuche.
En gran parte de los temas figura como banda de acompañamiento The Million Dollar Bashers. ¿Quién hay detrás? Pues Lee Ranaldo (Sonic Youth), Tony Garnier (bajista de Bob Dylan), Steve Shelley (Sonic Youth), John Medeski (Martin, Medesky & Wood), Smokey Hormel (guitarra de Beck) y Nels Cline (Wilco).

lunes, noviembre 12, 2007

Cuando los desacordes suenan, es que una necesidad de dinero y ego llevan

No toques, jodío, que me lías con el solo

Cuanta razón tenía D.A. Pennebaker al advertir ya en el 65 a Dylan que es mejor no mirar atrás. En que estaría pensando el sábado pasado en Lleida, antes de ir a ver en directo a Marc Ford, ex guitarrista de los Black Crowes, antaño una banda de rock de las de rompe y rasga. Ay, pero los Crowes ya hace años que dejaron de ser referencia y Marc Ford más valdría, el pobre, que se dedicara a tocar en algún oscuro garete de Los Ángeles y no nos obligara a enfrentarnos con nuestra mitomanía. Es lo malo de tener ídolos, porque son una ficción que nos acompaña por un tiempo de malformación de la personalidad. Son pequéñas muescas en las que asirnos mientras escalamos nuestra identidad en ciernes. Es una enfermedad de adolescencia que más vale curarla a tiempo para evitar un enquiste de consecuencias nefastas. Ejemplos de enquistes horribles: el sábado en primera fila en el concierto de este ex alcohólico. Orondos moteros con sus muñequeras y parches de Baron Rojo y Judas Priest, barrigudos cerveceros alopécicos y otros medio melenas (no por cortas sino porque empiezan en la coronilla) que siguen ahí con su brazo en alto o a la altura del bajo vientre tocando su sólo de guitarra una y otra vez. Y poniéndose a su altura, un guitarrista que fue, lo es, pero no sabe componer. Además, acompañado de tres chavales que creen que el rock empezó con Guns and Roses, y que a duras penas saben marcar el ritmo (bueno el batería no es que marque, es que parece sacado de la orquesta del pueblo con esa colección de redobles a destiempo y ese marcar marcial, machaconamente trepanador), éstos poco hacen por dar un poco de color al rock de cuarta de Marc Ford: Un Neil Young de saldo, música de telefilme rockero de Antena 3. Otro (pequeño) mito a la papelera (y con gusto y ganas) y un ruego: "Black Crowes no se reúnan, no vuelvan por necesidades económicas o de ego, que me dieron muchas alegrías de adolescente. Yo les tengo en buena estima en mis recuerdos, no se les ocurra removerlos o intentar que eche la vista atrás. Sería una provocación". Al fin y al cabo, somos todos gente adulta. ¿No creen? No estamos para pagarles sus terapias. También a nosotros nos cuesta llegar a fin de mes.

Anexo 1: el batería de pelo churros dorados (ya sea por el sol, mar o agua oxigenada), una mezcla de surfista salido de "Le llaman Bodhi" o de una secta "nueva olera espiritualista" ,no sólo combinaba sus contundentes pisadas descalzo, sino que parecía tratar de elevar su (poca) valía como batería, acompañando sus golpes con desagradables expresiones faciales que normalmente forman un todo con esa íntima actividad que es el ir de vientre....sólo que ni siquiera conseguía dar a luz tonos sutiles o algún que otro redoble a destempo sin que el pobre Marc (que bastante tenía con lo suyo) le marcara cual profesor a alumno "elegido", todavía en prueba, que sin embargo se atrevió a esperar a la decepcionada audencia a la salida del concierto para firmar autógrafos. Marc, ¿no encontraste nadie mejor o es que le debes dinero?

Anexo 2: El bajista paticorto con alzas e ínfulas de estrella consagrada del rock se merece nuestro más querido desprecio por parecerse al componente del dúo Cómplices, que cómplice también fue del desaguisado y de los intentos por poner en cintura al batería desmadrado. Como agravante, empero, él también firmó autógrafos... en guardarropía.

viernes, noviembre 09, 2007

Baladas de sabbat

A rey muerto, rey puesto. Eef Barzelay montó una banda allá por el 98, tomó prestado el nombre de William S. Burroughs, Clem Snide, y el cuarteto grabó hasta 2005 cinco discos de rock de corte clásico de cuidada factura. El año pasado el músico de origen israelí grabó un primer disco en solitario, Bitter Honey, de sonido acústico. Ahora tenemos una segunda grabación en solitario y el anuncio de que Clem Snide son ya historia. Y esta separación es una ausencia mayor que la de Luna... Pero Barzelay no renuncia al cuarteto rock y, aunque sea en solitario, edita un segundo título, homónimamente titulado, que entra como la seda y que mitiga la ausencia definitiva de su antigua banda. Y aunque me digan que es él en solitario, sigue ahí el mismo tempo y savoir faire. Todo cambia para seguir igual. Pues que así sea por muchos muchos años. Y que sigan cayendo buenos discos. Música favorita.

Noche en Zeleste

Te enfrentas un buen día, uno como otro cualquiera, con la realidad, eso es, que ya tienes 31 años en el fardo y sólo te queda seguir sumando, llevarlos como buenamente se pueda (aunque bien de momento, gracias), y mirar adelante que echar la vista atrás comporta volverse un poco más bizco y una tortícolis de aúpa. Y eso de los cumpleaños o días o cualesquiera que sea el apelativo con que se nombre a tamaño acontecimiento particular (y a cada uno muy suyo, faltaría más) se acompaña a veces de amigos, parejas, familiares, llamadas continuas o que no lo son tanto, vermús, comidas copiosas, brindis y música, y a veces, como ayer, muy buena música... y en directo. Wilco, en Zeleste (perdón, Razzmatazz). Sala de recuerdos memorables, de grandes noches, a la que ya puedo sumarle (en una cuenta de rompe y rasga, de consagraciones definitivas o caídas en el olvido más cruel -recuerdo a Teenage Fanclub, en este último apartado y a bote pronto-), desde ayer y para la eternidad (una batalla de padre o abuelo o tío o las tres cosas a la vez), el portentoso directo de Jeff Tweedy y compañía. Venían a presentar su último disco, Sky Blue Sky, y el sexteto ofreció una magistral muestra de lo que es un grupo de rock totalmente engrasado y compacto encima de un escenario y con un buen equipo de sonido. Un peligro para el sistema, capaz de paralizar cualquier tipo de actividad mercantil durante el tiempo que dure. Algo hipnótico hasta en ciertos momentos para los más mezquinos que estén presentes. Me habían advertido por activa y por pasiva que lo de Wilco era canela en rama; había leído en diferentes medios especializados y cazalleros de sus encantos. Todo ello, alimenta cierto escepticismo, se crea un distanciamiento necesario para que las expectativas no sean estratosféricas y te lleves el batacazo, que la entrada está a precio de barril de Brent y no es plan de sentirse estafado. Era necesaria esta actitud altiva, fría, para que cuando me enfrentara a la realidad, quedara más desnudo que el emperador y disfrutara como un enano durante dos horas. ¿Sólo dos horas? Pero muy bien aprovechadas, muy bien. Sonido rocoso e impecable, unas guitarras muy clásicas y unos temas más que redondos. Ese juego a tres guitarras que tan pronto se arrimaba a Neil Young y Crazy Horse como a Thin Lizzy o a The Beatles o a Yo la Tengo es música celestial. Clásicos ahora, no hay que esperar veinte años para darse cuenta. Sólo verlos en directo y asientes feliz que sí, que lo que ven tus ojos y entra por tus tripas es rock and roll del bueno, del que será recordado. Lástima, por ponerle algún pero, que al grupo le falte un poco de actitud y chulería. Pero eso son minucias. El resto es historia.